miércoles, 27 de febrero de 2008

Lo mejor de ser rural

Iba yo el otro día por el monte con un amigo, urbanita él, cuando después de varios amagos y resbalones por fin se fue al suelo, levantando a su alrededor un hongo de humo como el de un ataque nuclear. Tras reprimir sin éxito la risa pensé que mis pezuñas nunca hubieran procedido tan torpemente. Esto es lo mejor de ser rural, me dije, que una anda con paso firme por montes y peñascos sin padecer las irregularidades del terreno. Porque lo rural o en su defecto lo agreste tiene esta ventaja: que no ceja, que las muchas dificultades no hacen sino reafirmar su carácter terco y pertinaz. Y si no que se lo digan a los de Tyto Alba, empeñados en levantar la Troya berciana que es Palacios de Compludo.
Una, bien porque es de pueblo o porque lo parece, se cree que siempre tendrá un refugio entre el follaje para huir como lo creyó también el pájaro Dodo para nada . Estoy convencida de que también están seguros de ello los de Tyto Alba, o los que se compran una choza semiderruida en Los Ancares o los que van al pueblo escuela El Arbedal buscando ordeñar las vacas que nunca tuvieron o cavar la huerta que su infancia les negó. Qué pensaría mi abuelo de ordeñar vacas como alternativa a los crucigramas y a echar la partida al tute, que es lo que hace la gente de campo cuando no anda levantando terrones. Diría que lo que el rico llama deporte, el pobre llama trabajo. Y no creo, como Rosseau, que el hombre que tapa sus vergüenzas con hojas de vid sea más bondadoso que el del maletín de cuero, aunque seguro que está más oxigenado que el segundo. Esta necesidad de volver a lo elemental: a la tierra, al aire y a la luz, se hace más evidente incluso en verano, cuando el asfalto parece una sartén al rojo vivo y las ciudades se deslíen por las comisuras. Veo a las gentes arrastrarse sobre los pasos de cebra, mirando distraídas los escaparates, y pienso cuánto necesitan unas vacaciones o como poco remojar los pies en el agua de las fuentes, mientras sigan existiendo.
Lo rural nos llama, seguro, aunque no respondamos a su solicitud.Lo que pasa es que el campo ahora es sofisticado, no el de toda la vida claro, ése sigue como estaba, sino el nuevo 'campo'.El de las casas rurales; el de los hoteles con encanto; el de los nuevos pueblos hechos para que los que se fueron a las urbes conozcan la diferencia entre una ortiga y una higuera. Mi abuelo les diría a todos que se pasaran por su huerta, a vivir una experiencia inolvidable sacando malas hierbas y él mientras tanto al cine, a ver la segunda parte de Shrek.Pero no se engañen, que ya la cosa no es como antes. Yo sigo buscando caminos y árboles que me presten atención. Incluso intento hacer reír a los erizos con alguna anécdota increíble pero no sé qué pasa, me da la sensación de que los caracoles me miran con mala leche y que la naturaleza está cada día más mosqueada.Creo que con tanta moda rural piensa que le estamos tomando el pelo.

Noemí G. Sabugal
Publicado en EL MUNDO/LA CRÓNICA DE LEÓN el JUEVES 8-JUL-2004

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